por Jaime Natche
Defamation, de Yoav Shamir (Israel, Dinamarca, EE UU, 2008).
Yoav Shamir confiesa que, aunque como judío israelí nunca experimentó el antisemitismo en carne propia, tuvo la idea de realizar esta película cuando fue acusado de antisemita por su excelente Checkpoint (2003), donde observaba la vida que se desarrolla en los puestos de control israelíes de los territorios palestinos; sin recurrir a una narración en off, dejando que hablaran por sí mismos los encuentros —en esas zonas de paso— de soldados hebreos y civiles árabes para reflejar lo absurdo de la ocupación militar, aquel film podía sin duda irritar a los que no están acostumbrados a presenciar la realidad en los medios con esa desnudez. En Defamation, Shamir regresa a la técnica del cinéma vérité, pero esta vez emplea la voz en primera persona para subrayar su presencia y cómo se ve afectado por lo que observa, transmitiéndolo con un afinado sentido del humor. Tomando como punto de partida la actividad de la Anti-Defamation League, asociación que vela por la imagen de los judíos en el mundo, y de su director Abraham Foxman, Shamir visita a una variada galería de personajes para mostrar que el antisemitismo pocas veces es un sentimiento fundado y más un modo de rentabilizar la memoria del Holocausto a través de la suspicacia.
Porove Akhar (Prueba final), de Reza Haeri (Irán, 2008).
Durante media hora asistimos a la actividad diaria en el taller del señor Arabpour, un hombre de ochenta años que lleva décadas trabajando como sastre para los líderes religiosos más importantes de Irán y de otros países de Oriente Próximo, llamados por sus virtudes en el manejo de la aguja. Sin apenas salir del reducido espacio de su cotidianeidad laboral —salvo al final, como se verá, por una causa de fuerza mayor—, el propio sastre irá desgranando con su voz los pormenores de un trabajo que ha llamado la atención del difunto ayatolá Jomeini, el ayatolá Jamenei o el ex presidente Mohammad Jatamí. El escenario es similar al que se servía a otra obra presentada en una edición anterior de este certamen, El sastre (2007), de Óscar Pérez, pero en otra ciudad y con un tipo muy diferente de clientela. No obstante, Reza Haeri realiza un retrato bastante menos complejo de la realidad que se moviliza delante de su cámara —o a causa de su cámara—, y, en definitiva, el iraní se inclina más del lado del evento informativo.
Anas: An Indian Film, de Enric Miró (España, 2008)
Una de las experiencias más perturbadoras y sugestivas que el cronista vivió en esta edición de Documenta Madrid fue el visionado de está película de Enric Miró, corresponsal de TV3 en Jerusalén, elaborada con material en vídeo que fue acumulando durante su estancia en Cisjordania. Estas tomas remiten, en su mayor parte, al ámbito personal de Anas, un palestino de Nablus, antiguo campeón de natación, cuya vida cambió el día que —en los años crueles de la Intifada— se encontró por la calle la cabeza cortada de una vecina para, a continuación, ser golpeado por los soldados israelíes que la vigilaban. Su percepción de la realidad dejó de ser la misma, y desde entonces lucha por salir cada día a flote en un entorno ya de por sí descompuesto por la situación sociopolítica. Habladas o comentadas en árabe, hebreo, inglés y armenio, con textos de, entre otros escritores, Robert Walser, anodinas imágenes desincrustadas de la vida cotidiana de Anas cobran la inquietante textura de una pesadilla de la cual su protagonista no ha logrado desperezarse.
Hombres de sal, de Manuel Jiménez Núñez (España, 2008)
La demostración de una paradójica premisa: un documental puede mostrar mejor una realidad cuanto menos se vea de ella. En sus seis minutos de duración, el malagueño Manuel Jiménez Núñez da cuenta de un tipo de vida en trance de desaparecer. Con el mar del sur de España como único objeto de una cámara que no se mueve, sus protagonistas apenas son entrevistos por la luz intermitente de un faro que guía la travesía de los ociosos cruceros, pero mantiene en la oscuridad a los humildes pescadores que hablan sobre los viejos tiempos en espera de tiempos mejores. La acción es prácticamente suprimida de la imagen y el cortometraje basa su potencial expresivo en la voz inquebrantable de aquellos que no se ven pero que, pese a todo, siguen estando ahí. Los temas de conversación más banales pueden adquirir, en un momento dado, el dramático regusto de una elegía.
Publicado en Miradas de Cine nº 87, junio de 2009. dentro del Estudio DocumentaMadrid 2009.