3XDOC. Avi Mograbi y Ahmad Natche. Callar lo que se dice. Y no callarse nunca
por Ramón del Buey Cañas
(Publicado en Sala 1. Revista digital de cine, Madrid, abril 2017)
Este reportaje es inútil. La crónica de lo absurdo de la crónica de lo absurdo de la crónica de lo absurdo. El texto que no leerán aquellos que no acudieron a la retrospectiva de dos cineastas que hacen películas para cambiarlos. Y, a pesar de todo, el gesto conmueve. O precisamente por ello.
3XDOC ha logrado que un hispano-palestino y un israelí se sienten a la misma mesa y conversen. De cine, de política, de cómo ambas esferas pueden solaparse para generar pliegues que expresen su realidad de forma honesta. Y no solo eso. También ha proyectado el resultado. Desde el 21 de marzo hasta el 7 de abril las salas del Cine Doré albergaron —por partida doble— How I Learned to Overcome My Fear and Love Arik Sharon (1997), Happy Birthday, Mr. Mograbi (1999), Wait, it’s the soldiers, I ́ll hang up now (2002) Avenge But One of My Two Eyes (2005), Z32 (2008), Once I Entered a Garden (2012), Mrs. Goldstein (2013), The Call of the Stones (1998) y Two Meters of This Land (2012).
Mostrar en paralelo las cinematografías de Avi Mograbi y Ahmad Natche es una decisión lúcida. Amén del trasfondo común que constituye la temática de los films seleccionados, cada ejercicio parece concebido al socaire de la misma consigna: Callar lo que se dice. Y no callarse nunca. Caso del primero, el acto develador se manifiesta mediante un instrumento forzado, despojado de su
función natural para servir al propósito opuesto: la máscara. Aunque quizás no exista semejante violencia —evitaremos la manida cita etimológica—. De cualquier forma, el juego de antifaces va más allá de la evidente —y aguda por efectiva— técnica digital que opera en Z32; se trata de un mecanismo de desarme, la refracción que provoca el viaje a través de las múltiples superficies de un prisma humano. A veces, la familia. A veces, el Estado de Israel —soldados, políticos, grupos musicales…—. A veces, las amistades —un profesor de árabe, un camarógrafo…—. A veces, el propio Mograbi.
Natche, del otro lado, encuentra en lo poético la piedra angular de su relato. Two Meters of This Land talla la miniatura, el detalle cotidiano como crisol de un contexto que no cabe en las manos. Por eso, se nos dice a la hora de metraje, el periodismo está abocado al corsé de la simplicidad, a la poda de aquello que lo rebasa, al acomodo manejable, susceptible de emisión. Pero la poesía realiza el movimiento contrario. Parte de lo inadvertido para alcanzar, siquiera de modo asintótico, siquiera in effigie, el todo de una mirada ancha y ajena. Y, de nuevo, la acción no se reduce a lo patente, esto es, el verso de Mahmud Darwish. También transparece en los ángulos muertos tras el quicio de una puerta, en lo que precede al ruido exhibicionista de un festival de música en Ramala, en el pálido reflejo del mármol que corona la cima de su loma.
Huir de lo visible como requerimiento para la observación. A través de la parodia o de lo solemne, desde la línea de combate abandonada o en el desgarro de un testimonio que rechaza quedamente al olvido. Pero, siempre y todavía, a tumba abierta. La anagnórisis de la secuencia final en Avenge But One of My Two Eyes lo certifica. Y el grito ante los militares se estalla contra la incomprensión. ¿Por qué?, pregunta el público a Mograbi en uno de los coloquios. El israelí confiesa la paradoja que amenaza con frustrarlo: ha obtenido el reconocimiento cinematográfico internacional, pero sus películas nacieron en otra dirección. No hay visos de mejoría —corrobora Natche—. Los que deben cambiar no están hoy en la sala. Nunca han estado y no quieren acudir.
Sin embargo, el fracaso alienta un nuevo film. Siguiendo la pauta de Augusto Boal, quiere prender al amigo, agitarle y provocar una resistencia activa. Renunciando a convencer, pero a la busca del contagio. Porque ya no se espera a los ausentes. Y las salas están llenas.
El éxito del 3XDOC es la conquista de Mograbi y Natche. No cejar el empeño, aunque en ocasiones —siempre, en realidad— la lucha se antoje propia de un Sísifo moderno. No desesperar, sin revolverse en el impasse. Y, tras el tiempo de resiliencia, regresar otra vez. Entonces, igual que ahora, podremos celebrar. Sencillamente. Como ese brindis frente a la pantalla y entre amigos, en el salón del viejo Ali Al-Azhari.

En el centro, de izquierda a derecha, los cineastas Avi Mograbi y Ahmad Natche, en el Cine Doré de la Filmoteca Española, Madrid, 25 de marzo de 2017 (fotografía: DOCMA/Silvia de Valentín)